Viana: una historia sin rigor

 

María Luz Abalos Goikoetxea       

Acabo de leer unos párrafos del libro Viana, publicado recientemente por la editorial Sancho el Fuerte Publicaciones, en el que se habla de algunos maestros que impartieron enseñanza en la localidad. Particularmente sobre Pablo Antoñana Angulo he leído, para mi asombro e indignación, este resumen de toda su trayectoria profesional: “Repartía caña como escombro. Se pasaba todo el día golpeando con la regla”.

Me parece absolutamente falto de seriedad reducir a esa burda difamación la labor de un maestro que, como todos ellos, ejerció desde los años 20 a los 60 en condiciones precarias, en aulas saturadas en las que se juntaban alumnos de todas las edades, en aulas en las que mantener un mínimo de orden era necesario. Por otra parte, no podemos ignorar que la aplicación de una disciplina estricta estaba generalizada en todas las escuelas del país. Señores autores, el rigor en cualquier trabajo histórico exige contextualizar y contrastar testimonios diversos, cosa que evidentemente no han hecho.
Es grave obviar que don Pablo era el único que en esa época impartía clases de Bachillerato a alumnos que luego tenían que examinarse por libre en el instituto Sagasta de Logroño, y que también impartía cursos superiores. Yo, en particular, estudié con él desde los quince años, hice la carrera de Magisterio, me preparó las oposiciones a maestra nacional y aprobé.
Pero es más grave aún soslayar que, a instancias de la Inspección, se le concedió la medalla de Alfonso X el Sabio, y que, siendo alcalde Gregorio Galilea, el Ayuntamiento le dedicó una calle precisamente al lado del colegio de Viana.
Don Pablo fue un gran maestro al que le gustaba enseñar y especialmente a quien quería aprender.