Memoria para la paz

Tres años hace ya del abandono de la violencia por parte de ETA. Tres años ilusionantes y esperanzadores para la consecución de la paz. La paz exige una gestión de la Memoria incluyente e integral en el tiempo, que responda, y más aún en Navarra, donde sin haber frente de guerra se cometieron más de 3.000 asesinatos, al arco temporal desde 1936 hasta hoy, que tenga en cuenta a las víctimas pero también a los victimarios, y que mire al futuro desde una valoración ética asumible por la mayoría de la sociedad.
Poco avanzaremos en el camino de la paz si sólo profundizamos en la violencia del 36 y del franquismo, o si sólo lo hacemos desde el nacimiento de ETA. Necesitamos analizar todas las violencias porque ello nos permitirá ecuanimidad en el tratamiento de las víctimas y de los victimarios. Porque lo que exigimos para aquellas tropelías más lejanas en el tiempo, lo exigimos también para las recientes.
La paz exige el reconocimiento a las víctimas. También precisa del conocimiento de quiénes fueron los victimarios directos y de cómo estaba estructurada la cadena de mando que ordenó los crímenes, quiénes fueron los cómplices necesarios, los chivatos, los que miraron hacia otro lado, los que se beneficiaron económica y socialmente de las muertes y la represión. Exige todo eso, desde el 36 hasta hoy. No desde el deseo de venganza, sino desde la sincera voluntad de reconocimiento y reparación por la violencia injusta e ilegítima perpetrada contra tantas y tantas personas.
La paz exige Memoria auténtica e integral para evitar la desmemoria, el olvido, el silenciamiento, el borrón y cuenta nueva con los que se intentó saldar, por lo que aún están sin superar, las violencias del 36 y del franquismo, y con el que desde distintos sectores pretenden también hoy dar por terminada una etapa, con el riesgo de que no se superen las violencias recientes.
Poco avanzaremos si esperamos a que sean los otros los que den el primer paso, sean éstos ETA, sus confidentes, los grupos parapoliciales, los responsables del GAL con el señor X a la cabeza, los torturadores o quienes miraron para otro lado desde instituciones del Estado. O si esperamos a que sean los otros quienes den el siguiente paso porque, supuestamente, nosotros ya hemos dado el primero. La paz no puede exigir contrapartidas. O se está a favor de la paz y la convivencia o no se está. Y esto sirve para todos.
La utilización de las víctimas, la laxitud para con los responsables policiales y parapoliciales, la prolongación de políticas penitenciarias excepcionales, la no transposición de normativas europeas o la utilización interesada de la Fiscalía son herramientas de una política sectaria que no podemos aceptar desde una gestión ética de la Memoria. Por eso la exigencia del cese de dichas políticas penitenciarias de excepción debe formar parte del discurso de las organizaciones democráticas que apuestan por la paz. También consideramos política sectaria y contraria a la búsqueda de la paz la utilización por parte de la autodenominada izquierda abertzale de los presos y sus familiares provocando el enquistamiento de su situación carcelaria al no utilizar posibilidades legales ni exigir la transposición de leyes europeas que podrían provocar un cambio en dicha situación penitenciaria.
No comprendemos ni aceptamos la trágica coincidencia entre el Gobierno de España y la izquierda abertzale en el desprecio y la marginación de los presos agrupados en la vía Nanclares que han reconocido la violencia como injusta e ilegítima, tanto ahora como cuando la practicaban ellos mismos, así como el daño causado a las víctimas, han mostrado su disposición a hablar directamente con sus víctimas y familiares y a colaborar con los medios a su alcance para lograr una sociedad vasca en paz. Frente a este ejercicio en favor de la convivencia y la reconciliación por parte de estos victimarios presos leíamos recientemente las estremecedoras declaraciones de Zabarte, expreso de ETA que participó junto con otros expresos oficialistas en aquella presentación ante la prensa en Durango un día antes de la gran manifestación de Bilbao que exigió un cambio en la política penitenciaria. Declaraciones en las que afirma que él no ha asesinado a nadie sino que ha ejecutado y que no se arrepiente de nada. Por cierto, ¿qué considera más adecuada la izquierda abertzale para la paz, la actitud de los presos de Nanclares o la de Zabarte?
Aunque consiguiéramos la mejor gestión de la Memoria, la violencia va a dejar secuelas y heridas que necesitarán muchos años para ser sanadas. El dolor de las víctimas se suele extender a lo largo de tres generaciones. Por eso, serán futuras generaciones, en el mejor de los casos, las que puedan convivir en valores. Y son sobre todo las víctimas y los presos de los últimos años, así como los familiares de ambos, quienes más van a padecer dichas consecuencias. En ambos colectivos anidan reivindicaciones, necesidades, actitudes y expectativas de carácter diverso, seguramente no todas alcanzables a plena satisfacción.
La gestión de la Memoria que defendemos aspira a trabajar con todas las víctimas y todos los presos, en un camino en el que habrá víctimas y entornos que tomarán otras posturas utilizando la legitimidad de su dolor, y victimarios (fundamentalmente los presos) y entornos que se nieguen a reconocer que la violencia que ejercieron o ampararon era ilegítima e injusta. Todo esto puede suceder. Por eso son las instituciones, pero también somos nosotros, la ciudadanía, quienes debemos ayudar, escuchar, participar y, en su caso, reparar al menos moralmente para construir una convivencia en valores éticos y en paz. Para que, como decía Iñaki García Arrizabalaga, hijo de asesinado, “la verdad no sea la perdedora de todo esto”.
Firman este artículo: Uxue Barkos, Koldo Martínez, Itziar Gómez, Manu Ayerdi, Juana García, Mikel Aranburu, Mikel Armendariz y Jesús Viana, miembros de Geroa Bai


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